Escrito por Eugenio Sanó Bretón.- A partir de la crisis política electoral del 1994, las fuerzas partidarias tomaron decisiones que fortalecieron la institucionalidad del país, en varios aspectos. Se modificó la constitución y se estableció el Consejo Nacional de la Magistratura, como organismo que seleccionaría los jueces al margen de los partidos, se conformó la Junta Central Electoral con miembros sin compromisos partidarios. También se estableció la segunda vuelta electoral y la separación de la elecciones congresuales y municipales de las presidenciales.
No obstante estos valiosos cambios a 22 años de los mismos se observa una situación de involución social, cultural y política. El espíritu de lo logrado en el 1994, se ha perdido. Quedan las instituciones, pero no los resultados ni el funcionamiento esperado.
En ese mismo sentido, en estos momentos se observa una situación de lucha por el poder que avistan crisis y conflictos difíciles de resolver. El grupo económico-partidario que se creen poseedor del derecho de ostentar para siempre el poder, cada vez cometen más acciones que empeoran lo que queda de la malograda democracia Dominicana. Es evidente que este grupo tiene el control de la Junta Central electoral, Tribunal Superior Electoral, la Suprema Corte de Justicia, la Corte Constitucional y el Congreso de la Republica. Todos estos organismos en una sola mano es muestra fehaciente de esa realidad antidemocrática del país.
Este control institucional garantiza la impunidad ante las acciones de corrupción, violación de las leyes y de la propia constitución. También pasa por alto las denuncias de sobrevaluación presupuestaria de las obras, de fraude y de inoperancia de varias instituciones de servicios.
Estas son razones que hacen imposible la atención y solución de los problemas cruciales del país, tales como el deficiente servicio de energía eléctrica, el descalabro de los hospitales, la inseguridad ciudadana, el desempleo y el alto nivel de pobreza. Los cuales lejos de resolverse, empeoran.
Por otro lado los partidos de oposición en su mayoría, su lucha es por alcanzar el poder, no necesariamente para lograr los cambios que requiere y exige la sociedad. La ausencia de propuestas de solución y la pasividad ante las irregularidades y violaciones constante a las leyes, crea desconfianza y le dice a la población que lo que se busca es un cambio de grupo o corporación en el poder.
Mientras tanto, las entidades como las iglesias, grupos empresariales y clubes, nacida con propósitos loables, más que incentivar a la población a reaccionar y exigir, se han dedicado a empeorar la situación, legitimando las malas acciones de las autoridades y grupos de poder.
En otro orden las organizaciones sociales, campesinas, sindicales, comunitarias, de profesionales, barriales y partidos alternativos junto con sus dirigentes se mantienen activos reclamando y exigiendo solución a los tantos y constantes problemas sociales, pero también en muchos casos se conforman, solo con criticar.
La razón es que muchas de estas entidades adolecen de la capacidad estratégica, de conocimientos de la realidad social, política, económica y cultual, así como de formación ética-política y de estrategias de articulación social. Por esta razón sus dirigentes se mantienen en un estado de vulnerabilidad, lo que los convierte en presas fáciles de los grupos neoliberales, del nepotismo, de la corrupción y otras acciones desleales y deshonestas, en perjuicio de la organización y sus membresía. Estás son razones por las cuales el movimiento social se encuentra en estado de debilidad y las organizaciones con un deterioro creciente en su funcionamiento y poco esperanzador.
Los acuciantes e innumerables problemas sociales, junto con los familiares y personales les restan posibilidad a los dirigentes y miembros de las organizaciones para proyectar los procesos sociales. Esto mantiene a las organizaciones sociales y alternativas operando bajo la improvisación, visión cortoplacista y planes insostenibles.
Esto trae la ausencia de logros importantes, para la colectividad y la observable desmotivación de la membresía. Lo que ha provocado el número cada vez más reducido del voluntariado, de personas comprometidas y de acciones que impliquen sacrificios.
Toda esta situación obliga a pensar y decidir en acciones pertinente y necesaria que permitan avanzar hacia cambios verdaderos y que estos a su vez sean sostenibles. Que estos cambios vayan en procura de lograr el reconocimiento y aplicación de los derechos ciudadanos, de las leyes y del fortalecimiento y funcionalidad de las instituciones, política y sociales entre otras.
Es conocido que con el nivel y capacidad del liderazgo que actualmente encabeza las organizaciones sociales y partidos alternativos, es muy difícil avanzar hacia propósitos que contribuyan con la vida digna. Por lo que se hace fundamental definir una estrategia bien concebida que tienda a fortalecer a los y las dirigentes, líderes y lideresas de las organizaciones.
Es necesario y urgente que en las organizaciones se procure desarrollar capacidades, compromiso, una actuación ética y los conocimientos de la realidad social, política, económica, ambiental y cultural, tanto del país como de los territorios donde desarrollan su accionar. También que desarrollen destrezas que le permitan planificar procesos y actividades, facilitación de capacitación, manejo de tecnología, desarrollar investigaciones, facilidad de comunicación y buen manejo de las relaciones humanas.
Consideramos que un nuevo liderazgo exige dirigentes con hábito de lectura y de investigación, sobre temas diversos relacionado con la sociedad, los paradigmas y fundamentos teóricos filosóficos.
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